La reserva cognitiva es definida como la capacidad que posee el cerebro para tolerar mejor los efectos de las patologías que generan daño cerebral, sería la capacidad de soportar el mayor daño neuropatológico sin que se manifiesten los síntomas clínicos.
Se puede establecer como un factor de protección a la manifestación clínica de la Enfermedad de Alzheimer.
Este mecanismo de protección según muchos especialistas es activo, quiere decir, que podemos desplegar acciones para desarrollarlo. “El modelo activo plantea que el cerebro cuenta con mecanismos funcionales que compensan el daño provocado por la patología, retrasando y/o aminorando sus efectos. A este modelo corresponde el concepto de reserva cognitiva (Stern, 2002, 2009)”
La reserva cognitiva es la capacidad para optimizar los recursos cerebrales por medio de la utilización eficiente de distintas redes neuronales. Dada la naturaleza multidimensional y funcional de la reserva cognitiva, su estudio implica el uso de variables de aproximación o proxies como la escolaridad, el empleo, la actividad física o recreativa. (extraído del libro Trastornos neurocognitivos en el adulto mayor. Evaluación, diagnóstico e intervención neuropsicológica).
Factores que facilitan el desarrollo de reserva cognitiva
- Escolaridad
- Coeficiente intelectual
- Nivel ocupacional
- Actividades recreativas
- Lectura
- Nivel educativo de los padres
- Nivel socioeconómico
- Actividad física
- Bilingüismo
- Estilo de vida
Estos factores potencian al cerebro al desarrollo de la reserva cognitiva, son factores de protección que minimizan los factores de riesgo relacionados con los trastornos neurocognitivos.
Lo esencial en el recorrido de la vida, en todos las edades, es desplegar factores de protección para construir un envejecimiento saludable, en todos las dimensiones (mente – cuerpo – espíritu y social) para afrontar las vicisitudes del viaje.
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